Perdonar y olvidar
- Yo
- 8 may 2017
- 2 Min. de lectura
Justo después de pasar la tusa, decidí olvidar. Pero qué complicado es cuando tienes al sujeto hablándote de tras de la oreja cada vez que se le antoja. Quisiera de verdad saber cuál es el secreto o los pasos a seguir para no responder un “Hola” inesperado.

Tenía 14 años cuando me enamoré perdidamente del que creía el “amor de mi vida”. Los años pasaron y juntos –supuestamente– estábamos alimentando de amor la relación, pero ¿para qué engañarnos? Cuando los problemas llegan, el amor no es completamente suficiente para sacar adelante la relación.
Más o menos habían pasado 6 años, entre terminadas y el famoso ‘volver a intentarlo’, cuando decidí hacer un pare. Comencé a ver más allá del amor, encontré en el fondo muchas grietas que quedaron después de tantas veces que terminamos. Esas mismas grietas ya las había visto antes porque yo era consciente, pero mi idea loca de aguantar para no perder a mi “verdadero amor” me hizo omitirlas.
Siento que no solo eran ideas mías. Lo que pasa es que nadie quería reconocer sus errores y entonces, cuando comencé a resaltarlos, el problema lo traje yo.
Me cansé de los “Hola, ¿cómo estás?” y me aburrí de las llamadas de rutina. Ya hasta me había aprendido el guión, sentía cada día que la magia se había apagado, sin embargo me rehusaba al hecho de perder a mi “verdadero amor”.
Hasta el día en que no aguante más y le puse un alto a todo. Parecía todo normal en la relación para el sujeto, pero yo sabía que no. La respuesta más cortante me la dio él, yo le parecía injusta porque él veía la relación bien, yo era la loca de ese capítulo. Al final me respondió tan igual, escondiendo detrás de cada palabra hipócrita que me dijo las ganas de terminar y salir corriendo a volar. Yo armé la trampa, él se comió el queso y terminé siendo yo la rata.
Inicié mi camino de la llamada ‘tusa’, al lado de dos o tres amigas que fueron mi apoyo. Comencé a sentirme libre, a perdonar, a olvidar, a disfrutar de las pequeñas maravillas que antes no veía y justo cuando me creí libre, volvió el “Hola” inesperado.
Definitivamente es tan cierto que cuando te ven feliz se les despierta un amor instantáneo. Tuve que luchar contra unos mensajes de arrepentimiento, contra unos encuentros espontáneos, contra las miradas matadoras, contra mí misma y, como si fuera poco, luché contra su familia. Pero, después de varios meses, pude poner mi amor propio por encima de todo, pude tomar una decisión y mantenerme en la raya. Perdonar y olvidar fue lo mejor.
Yo, aquí.
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