De café a revolcón
- Yo
- 26 jun 2017
- 2 Min. de lectura
Siempre creí que eso de andar de cama en cama no era lo mío. Me gustaba quedarme mucho tiempo debajo de las mismas sábanas, qué miedo a explorar tenía. Ya saben, ese miedo que no te deja liberarte del mismo polvo de cuando tenía 15 años, ese que fue alimentado por el dichoso ‘amor por siempre’.
Pero todo cambió cuando apareció el revolcón. Era una noche como cualquier noche, de esas de ‘Sábado en la noche’. Yo estaba tranquila con mi mejor amiga, hasta que llegó aquel café, ese que hace varios años me quitaba el sueño pero que solo disfrutaba de lejos. Quién se imaginaría que el café se convertiría en revolcón.

Un cruce de miradas fue la clave, unas 7 u 8 cervezas y nada más. Se sentía el olor más cerca y más fuerte, él sabía que me deleitaba verlo. Pero era mutuo, porque después me enteré que a él, le pasaba lo mismo. No sé cómo pasó, pero termine bajo otras sábanas diferentes, riéndome a carcajadas después de un masaje pélvico como el que nunca antes había tenido, de esas experiencias que quieres repetir y repetir.
Quién me aguantaba esa noche, pensando en que sería de mí ahora. Pero nombe ese revolcón me llevó a la luna y me trajo de vuelta. La verdad, lo mejor fue no quedarme allá.
No sé qué tenía ese masaje pélvico que me hizo volver, todavía es ahora me pregunto cómo y por qué pasó. Agradezco a mi amiga la vida, por quitarme las ganas de ese café cargado, morenito y no tan dulce, más bien como más amargo del que me volví adicta.
Dejó de llamarme la atención el dulce y se volvió justo ese amarguito mi favorito. Lo mejor es que me hace reír antes, durante y después del deleite y duermo tranquila, sin pensar en lo que puede que pase o puede que no.
Decidí darle alas a mi café revolcón, para ver dónde terminaremos. Les contaré, cada encuentro, sabor a café amargo, como dice una amiga: “con detalles específicos”.
Yo, aquí.
Comentários